Bon Vivant acostumbra a pararse fuera de los hoteles de esos en los que se entra a pié, por dos horas. Sucede que más allá del voyeurismo transitorio, disfruta documentar las distintas reacciones de aquellos que, o están por ingresar a estos establecimientos, o se encuentran a punto de abandonarlos.

Los primeros – comenta BV- lo hacen con apuro, como queriéndose dotar de un halo de invisibilidad. Mediante este accionar, dejan entrever sin embargo, una memoria genética pueblerina, conservadora fuerza impulsora que les ordena meterse en el lugar lo más rápidamente posible y dejar la impresión de que de caminar por la vereda, simplemente desaparecieron.

Los segundos (que en algún momento fueron primeros) tienen un gesto de suciedad en sus maneras, como una neurosis extraña que los lleva a distanciarse de la pareja que tienen a su costado durante los primeros metros de calle. A continuación se ve la llegada de un mirar hacia el suelo, unas manos en el bolsillo o una revisada fútil de celular, gestos, que vienen a componerse como transiciones necesarias hacia ese acercamiento paulatino final de los cuerpos , que, solo a veces, culmina en un frío y tenue abrazo de compromiso nacido de la poca caballerosidad de un hombre que ya logró lo que quería.

También están los enamorados - concluye Bon Vivant- pero esos son los menos interesantes.

..............................