B.V. dedicose a observar las distintas parejitas de este mundo.
Llegó a concluir, que en una primera instancia, éstas se centran en los aspectos en los que coinciden, ya que "todos", afirma, tendemos a hacer lo posile para coincidir, para forzosamente convencernos de que el/la otro/a es esa media naranja que buscamos (porque inevitablemente, todos buscamos esa media naranja, "aún aquellos que no creen en Dios", enfatiza extrañamente)
Sucede que, pasado un tiempo, después de estar horas y horas disfrutando de esas coincidencias, la individualidad reclama protagonismo en una de las partes, y se centra en, justamente, las diferencias con el/la otro/a.
Sin embargo, ambos coinciden tácitamente de que se trata de algo momentaneo, que ya pasará, que con esfuerzo, (y diálogo) todo se subsanará.
Pero normalmente no sucede así.
Y ahí es donde suele entrar el cine. "Tomemos un colectivo lleno de gente que viaja de Buenos Aires a Córdoba. 50-60 personas. Qué tienen en común para pasar todo ese tiempo? En qué coinciden? En el Sueño, y en el Cine", explica B.V.
Así sucede que las parejitas comienzan a llenar sus noches y domingos con películas, ("lo que es mucho más respetable que ir de shopping!", destaca B.V.) y normalmente, el que percibe la lejanía del otro es el que también cede en preferencias cinemátográficas (y elecciones en general), con tal de atraer a esa otra persona nuevamente hacia ese estado anterior del cual ya no volverá.
Como mucho llegan a los 7 meses.
"Y una de las partes, la que sólo veía las coincidencias, termina melancólica, sufriendo por algo que expresa diariamente a través del nick de su MSN", concluye B.V.
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